jueves, 24 de noviembre de 2011

Primera parte: la traición

¡Hola lectores! dicen que un buen escritor aprovecha sus sentimientos para plasmarlos en su obra, pues bien, he aquí como demuestro mis sentimientos con un pequeño relato que así comienza, pero no termina. Próximamente la continuación. 
Espero que os guste y me dejéis algún comentario sobre ello.
Sin más preámbulos os dejo con : La Traición.

Ella no entendía que estaba ocurriendo. No era posible. Su cerebro se negaba a procesarlo.

Podría haber esperado que la traición viniera de cualquier parte, cuando eres un espía has de tener mucho cuidado, tu tapadera puede saltar en cualquier momento y si te cogen… si te cogen estarás sola. Más sola de lo que has estado en tu vida.

A pesar de que les enseñan a resistir la presión mental, el hecho de saber que aquel que le había traicionado era la única persona de la que jamás se lo habría esperado, hizo que no pudiera más y se derrumbara ante los agentes enemigos.

Ellos la arrastraron fuera de la habitación y le pusieron una capucha. No podía ni resistirse en el estado de shock que se encontraba. Una vez llegaron a destino, le quitaron la capucha y la metieron en una celda de dos por dos con un colchón como único mobiliario.

Tuvo tiempo de pensar y reflexionar. Sólo una persona de fuera del mando conocía su misión, era ella, su amiga y compañera. Sólo ella sabía donde se iba a encontrar esa tarde, en el mismo lugar donde la cogieron los agentes enemigos. Cualquiera que sepa sumar dos más dos se daría cuenta, ella la había delatado.
La traición es un arma poderosa para aquel que la lleva a cabo, pero como la mayoría de las armas tiene un doble filo: puede provocar la venganza. En eso era lo único en lo que ella podía pensar, en vengarse de quien la había puesto en esta situación. Eso siempre y cuando saliera con vida de allí, algo que iba a depender únicamente de su habilidad como actriz.

Una vez recompuesta del shock, empezó a urdir una estrategia para engañar a los enemigos, hacerles creer que el soplo de su “amiga” era equivocado (aun cuando no lo fuera). Ahora tenía un objetivo que la haría superar todas sus pruebas: matar a aquella zorra.
Esa motivación le dio todo lo que necesitaba: rabia y sed de venganza. A partir de ahí, todo lo demás vino rodado. Los guardias la interrogaron, ella jugó su mejor carta: su simpatía.
A través de frases bien estudiadas les convenció de que no sabía nada. Cuando enviaron al interrogador de métodos más duros, aguantó valientemente todas las preguntas que le hizo así como el castigo por la respuesta incorrecta.

Tras varios meses de aguantar torturas, intentos de soborno y otras tácticas que prefirió borrar de su mente, la dejaron salir, decidieron que no sabía nada útil. Ella soportó todo aquello con una única cosa en mente: la venganza. Fue su combustible. De otra manera, quizá se hubiera quebrado como una ramita bajo el pie y habría confesado todo. Pero su amiga y a la vez enemiga, le había dado el arma que necesitaba: la motivación.

Ella se echaba la culpa de todo lo sucedido: no debí confiar en ella, ha sido mi error y yo debo solucionarlo. Ese era su mantra.
Comenzó por localizarla y para ello utilizó una red de viejos contactos que aún con su estancia en bases enemigas, confiaban en ella.
Cuando por fin tuvo su dirección no planificó demasiado su estrategia: era más fuerte, más rápida y además tenía de su parte el factor sorpresa. Su enemiga estaba muerta. 

1 comentario:

  1. uuuuuh, morirá entre terrible sufrimiento??? jajaja
    me gusta me gusta, a ver si lo continuas :)

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